Jueves 19 de abril, aparentemente un día normal, pero no lo
era. Jugaba el Atlético de Madrid la ida
de las semifinales de la Europe League contra el Valencia.
Eran las 19.00 horas aproximadamente cuando llegamos a los aledaños del estadio Vicente
Calderón. El ambiente que había era diferente,
se podía respirar alegría, nerviosismo y entusiasmo a la par que se escuchaba
en cada rincón cánticos rojiblancos.
No había una calle de la rivera del Manzanares
que no estuviese vestida de rojo y de blanco.
Llegaron las
21.00 de la noche y el estadio vestía un tifo en el que se podía leer: DESTINO
BUCAREST. La afición rojiblanca sueña con volver a una final, pero su rival
valenciano también.
Bufandas,
banderas y ¡Atleti, Atleti! abrieron el encuentro.
Los
rojiblancos salieron con ganas de llevarse el partido; luchaban todos los
balones, recuperaban el esférico y el Valencia estaba como dormido.
Llegó el minuto
14 de la primera parte, y Falcao hizo de las suyas poniendo el 1-0. Desde ese
momento el Atleti volaba, jugaba, controlaba el esférico; y los de Emery tenían
que aprovechar cualquier oportunidad para poder frenar al conjunto colchonero.
Pero como ya
sabemos, en el Calderón, si no se sufre un poco, no es el Calderón. Así que, a
pesar del dominio del conjunto colchonero durante toda esta mitad, antes de
finalizar la primera parte el Valencia empató el partido gracias a Costa y
Jonás, y nos fuimos al descanso con un 1-1 en el marcador.
Comenzaba la segunda parte, y el Atleti salía con ganas de
más. La afición no dejaba de animar, y los rojiblancos querían ganar. Y así lo
hicieron. Miranda, después de un saque de banda de Diego, encajó el 2-1,
desatando la locura en las gradas del Calderón. Pero no conformes con eso,
Adrián, hizo el tercero para los de Simeone. El Valencia no sabía dónde
meterse, y el Vicente Calderón botaba, cantaba, animaba, empujaba al equipo y
quería más.
El Atleti
dominaba el partido, controlaba el esférico, jugaba.
Era de esos
partidos que gusta ver, entretenido, bonito, con jugadas, cambios de balón y
todo acompañado de un ambiente de fiesta rojiblanco.
Los colchoneros
llegaban, y aunque no conseguían meter el esférico en la portería, no se
hundían y seguían con ganas de más. Hasta que llegó. Falcao en el minuto 77 se
inventó un gol de un balón suelto por la derecha. El Tigre controló, esquivó a dos defensas, buscó la frontal y sacó un
latigazo con la zurda que quitó las telarañas de la escuadra de Alves. Y el
Calderón rugía, vibraba, ponía la piel de gallina y los pelos de punta. Sólo se
veían bufandas y banderas al grito de Atleti.
Todo el estadio haciendo la ola a los suyos,
toda la familia rojiblanca en pie, todos los corazones latiendo al unísono,
pero, como hemos dicho antes, el Atleti es el Atleti y el tiempo parecía que se
había parado.
A pesar del 4-1 en
el marcador, y que el Valencia estaba fuera del partido, los de Emery tiraron de
la única arma que le había dado resultado: la zurda de Tino Costa. El Calderón
era una fiesta esperando el pitido final cuando el zurdo sirvió un balón desde
la izquierda que Ricardo Costa cabeceó, inapelable, a la red. Era el 4-2, que
da un poco de aire al Valencia para la vuelta.
Y por fin sonó el
tan ansiado pitido del colegiado en el Calderón, que despedía a sus jugadores
con una ovación y ese mal sabor de boca que les había dejado el último tanto de
los valencianos. Aún así la alegría reinaba por las calles y caras de todos los
aficionados rojiblancos, aunque no se dejaba de ver esa pequeña mueca de preocupación
que decía: nos toca seguir sufriendo en la vuelta.
Y así es. El
Atlético de Madrid se volverá a ver las caras con el Valencia el día 26 de
abril en Mestalla. Los de Simeone van con ventaja, pero este Atleti, nunca se
sabe.
Lo que si se, es, que
momentos como estos, como los de hoy, son los que responden a la pregunta de:
¿Papá, por qué somos del Atleti?
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